Las personas autistas suelen describir su forma de pensar como monotrópica. Esto significa que su atención se dirige de manera muy intensa a un interés o tarea, con una capacidad de concentración y profundidad que pocas veces encontramos en los entornos laborales actuales.
El problema no está en este estilo cognitivo, sino en que el mundo del trabajo moderno está diseñado casi exclusivamente desde una lógica politrópica. En la oficina típica se espera que alguien atienda correos, participe en reuniones, cambie de tarea en segundos y tolere interrupciones constantes. Quien piensa de forma politrópica suele adaptarse mejor a ese ritmo fragmentado. Pero para una persona monotrópica, esto puede convertirse en un terreno hostil.
El valor de lo monotrópico en las empresas
Cuando se permite que una persona autista trabaje en sus condiciones óptimas, el resultado suele ser impresionante. Esa capacidad de hiperconcentración les permite:
- Detectar errores o inconsistencias que otros pasan por alto.
- Profundizar en problemas complejos sin rendirse ante la dificultad.
- Desarrollar una visión muy detallada y precisa de los procesos.
- Aportar innovación a partir de un conocimiento profundo y especializado.
Son cualidades que cualquier empresa dice querer, pero que rara vez aprovecha porque intenta encajar a todas las personas en el mismo molde politrópico.
En las reuniones
Imaginemos una reunión típica de equipo: mientras se discuten cinco temas distintos, alguien toma notas en la pizarra, otro propone nuevas ideas y el jefe interrumpe para pedir un informe urgente. En este contexto, la persona autista puede sentirse bloqueada porque su atención monotrópica no fluye bien entre estímulos múltiples y rápidos.
El riesgo es que esa situación se malinterprete como falta de interés, lentitud o rigidez. En realidad, lo que ocurre es que su atención no está diseñada para fragmentarse, sino para profundizar.
Ajustes que marcan la diferencia
La solución no es intentar que las personas autistas funcionen de manera politrópica, sino reconocer el valor de su forma de pensar y adaptarse con ajustes razonables. Algunas prácticas efectivas son:
- Minimizar interrupciones: reservar espacios de trabajo donde puedan concentrarse.
- Estructurar las reuniones: agendas claras, temas secuenciales en lugar de mezclados.
- Permitir la preparación previa: compartir materiales con antelación para que puedan llegar con un foco ya definido.
- Definir roles: si su fortaleza está en el análisis profundo, no obligarles a participar en dinámicas de multitarea que no aportan valor.
Un cambio de mirada
Hablar de monotropía y politropía ayuda a explicar por qué tantos profesionales autistas sienten que trabajan a contracorriente. El entorno corporativo está construido para premiar la atención dispersa, cuando en realidad también necesitamos la atención profunda.
El reto de las empresas es aprender a ver la monotropía como una fortaleza. Porque, al igual que ocurre con la diversidad en general, lo que a primera vista parece un obstáculo puede convertirse en la ventaja competitiva que marque la diferencia.