A pesar del creciente reconocimiento de la neurodiversidad, las personas neurodivergentes siguen enfrentándose a múltiples barreras en la sociedad, muchas de ellas derivadas de sesgos y prejuicios profundamente arraigados. Estos sesgos afectan tanto la percepción social como el acceso a oportunidades educativas, laborales y sociales de las personas neurodivergentes.
El origen de los sesgos hacia la neurodivergencia
El concepto de normalidad ha sido históricamente definido por una mayoría que asume que existe un único patrón de comportamiento, pensamiento y aprendizaje. Cualquier desviación de este patrón se ha considerado como anormal o patológica, generando una visión estigmatizante hacia quienes no se ajustan a estos estándares. En este sentido, las personas neurodivergentes han sido marginadas y vistas a menudo a través de una lente patológica, lo que alimenta la creación de estereotipos y actitudes negativas.
Los sesgos hacia las personas neurodivergentes tienen varias fuentes, entre las que destacan la desinformación, la falta de comprensión y los estereotipos. Por ejemplo, es común asociar el autismo con la incapacidad para sentir empatía o con conductas socialmente inadecuadas, cuando en realidad las personas dentro del espectro autista experimentan y expresan sus emociones de manera diferente. Este tipo de prejuicios simplifica y distorsiona la realidad, contribuyendo a la exclusión y discriminación.
El impacto de los sesgos en la vida diaria de las personas neurodivergentes
Uno de los principales efectos de estos sesgos es la sobrecarga emocional y mental que experimentan las personas neurodivergentes al intentar encajar en un mundo diseñado para personas neurotípicas. En lugar de ser aceptadas tal como son, muchas personas neurodivergentes se ven obligadas a «camuflarse» o «enmascararse», lo que implica ocultar sus rasgos distintivos para evitar ser juzgadas o excluidas. Esta práctica, que puede parecer una solución a corto plazo, tiene efectos adversos a largo plazo, incluyendo altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento mental.
En el entorno laboral, los prejuicios hacia las personas neurodivergentes suelen manifestarse en la falta de adaptaciones razonables y en la exclusión de personas calificadas simplemente porque no cumplen con las expectativas convencionales de comportamiento. Por ejemplo, una persona con TDAH puede ser percibida como desorganizada o poco confiable debido a la falta de conocimiento sobre cómo esta condición afecta la gestión del tiempo o la concentración. Sin embargo, con ajustes adecuados, estas personas pueden demostrar una creatividad y enfoque únicos en sus áreas de trabajo.
El ámbito educativo tampoco está exento de sesgos. A menudo, los estudiantes neurodivergentes se ven etiquetados como «problemáticos» o «vagos», cuando en realidad sus dificultades de aprendizaje o comportamiento responden a formas diferentes de procesamiento de la información. Los sistemas educativos que no están adaptados para apoyar a estos estudiantes perpetúan el ciclo de exclusión, limitando sus oportunidades de desarrollo académico y personal.
Prejuicios implícitos y explícitos
Los prejuicios hacia la neurodivergencia pueden ser explícitos o implícitos. Los prejuicios explícitos son aquellos en los que la discriminación o el rechazo hacia las personas neurodivergentes es abierto y evidente. Un ejemplo de ello es cuando a una persona autista se le niega la oportunidad de participar en actividades sociales porque su comportamiento es considerado «raro» o incómodo.
Los prejuicios implícitos, por otro lado, son más sutiles y, a menudo, inconscientes. A pesar de que pueden parecer menos dañinos, tienen un impacto igualmente negativo. Los prejuicios implícitos pueden manifestarse cuando los empleadores o compañeros de trabajo asumen que una persona con dislexia no podrá realizar tareas relacionadas con la lectura o la escritura sin siquiera ofrecerle una oportunidad de demostrar su capacidad.
El papel de los medios de comunicación
Los medios de comunicación también juegan un papel crucial en la perpetuación de los estereotipos sobre la neurodivergencia. A menudo, las personas neurodivergentes son representadas de manera simplificada o sensacionalista, ya sea como «genios excéntricos» o como personas que requieren una supervisión constante. Estas representaciones unidimensionales refuerzan la creencia de que la neurodivergencia es algo que debe ser «corregido» o «compensado», en lugar de ser aceptado como una parte natural de la diversidad humana.
Por otro lado, los medios también tienen el poder de cambiar esta narrativa. Las representaciones precisas y empáticas de personas neurodivergentes pueden contribuir a un cambio de mentalidad en la sociedad, fomentando una mayor comprensión y aceptación.
Hacia una sociedad más inclusiva
Para contrarrestar los sesgos y prejuicios hacia las personas neurodivergentes, es crucial que la sociedad adopte un enfoque de neurodiversidad. Esto implica reconocer que no existe un único «modo correcto» de pensar, aprender o interactuar con el mundo. Las diferencias neurológicas no son déficits que deben ser corregidos, sino variaciones que pueden enriquecer la vida colectiva.
La educación juega un papel fundamental en este proceso. Tanto en las escuelas como en el ámbito laboral, es necesario implementar políticas y prácticas inclusivas que ofrezcan apoyo a las personas neurodivergentes sin exigirles que cambien su naturaleza. Además, es importante que el público en general se eduque sobre la neurodivergencia para combatir los estereotipos y prejuicios que perpetúan la discriminación.
Como indicado anteriormente, para romper estas barreras, es crucial que las empresas desarrollen una cultura de comprensión y apoyo hacia la neurodiversidad. Algunas estrategias clave incluyen:
- Educación y sensibilización: La capacitación en neurodiversidad ayuda a todos los empleados a comprender las diferencias neurológicas y a fomentar una cultura inclusiva.
- Espacios y horarios flexibles: Facilitar el teletrabajo o espacios tranquilos dentro de la oficina permite que las personas neurodivergentes se sientan más cómodas y productivas.
- Políticas de comunicación inclusiva: Fomentar un estilo de comunicación claro y directo y la comprensión de diferentes estilos de interacción ayuda a reducir los malentendidos y estereotipos.
Es esencial fomentar una cultura de respeto y empatía, en la que se valore la individualidad y se ofrezca a cada persona la oportunidad de prosperar según sus propios términos.
Superar estas barreras permite a las empresas acceder a talentos únicos y perspectivas diversas que, a largo plazo, pueden mejorar la innovación y la productividad. La neurodiversidad es una ventaja cuando se comprende y se respeta, y romper los prejuicios es el primer paso hacia una inclusión real.
Fuentes:
- Silberman, S. (2016). NeuroTribes: The Legacy of Autism and the Future of Neurodiversity. Avery Publishing.
- Armstrong, T. (2010). The Power of Neurodiversity: Unleashing the Advantages of Your Differently Wired Brain. Da Capo Lifelong Books.
- Singer, J. (1999). Why Can’t You Be Normal For Once in Your Life?: From a «Problem with No Name» to the Emergence of a New Category of Difference.
- Silva, Emily. «Breaking Barriers for Neurodivergent Employees». Psychology Today, 2022.
Sobre Neurodivergentes & Co.
En Neurodivergentes & Co queremos un mundo más inclusivo y amable con las personas neurodivergentes. Y queremos hacerlo a través de las empresas, acompañándolas en su camino hacia la creación de una cultura que entienda, valore y aproveche el rol de los neurodivergentes como agentes de cambio y su impacto positivo en la empresa.
¿Qué es la neurodiversidad?
La neurodiversidad es un término acuñado por la bióloga Judy Singer en 1998 que abraza la idea de que cada cerebro es único. No existe una forma correcta de pensar, aprender y comportarse. La neurodiversidad fomenta la igualdad e inclusión. Reconoce y celebra las diferencias neurológicas, no las considera como déficits o enfermedades sino como fuente de diversidad y riqueza.
¿Qué es la neurodivergencia?
Los neurodivergentes son personas con diferencias cognitivas cuya forma de pensar, aprender, procesar la información y relacionarse es sustancialmente distinta a la media de la población. Estas diferencias les suponen desafíos en su rutina diaria y también en el trabajo. Sin embargo, también les otorga superpoderes y fortalezas, muchas veces desaprovechadas por la sociedad y las empresas. Entre las condiciones más destacadas de la neurodivergencia se encuentran: TEA (Trastorno Espectro Autista, TDAH, Dislexia, Discalculia, Dispraxia o ACI (Altas Capacidades Intelectuales)
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